sábado, 6 de noviembre de 2010

Somos Leyenda

Cuando terminó el primer tiempo la sensación de los miles de triperos que estaban en 60 y 118 era la de una angustia pesada. Por el juego, por el calor, por el partido y sus errores, por esa poca seguridad que transmiten estos jugadores. Había cierto malestar generalizado. Se hacían chistes tales como “el pulpo Paul se murió porque le dijeron que tenía que pronosticar Gimnasia–Quilmes” o “deberíamos iniciar juicio por violencia visual”. Ese era la situación. Casi humor negro. Y un visitante casi desconocido entre nuestra gente: desesperanza.
Y hablando de eso, lo de la gente…no nos sorprende a nosotros pero sinceramente es digno de destacar. Ya decir sufridos sabe a poco. Me quedó una imagen: terminó un primer tiempo capaz de desanimar al más alegre y había triperos cantando. Siempre aparece el boludo que dice “no eran todos” y no hay que gastarse en contestarle. Obvio que había quienes protestaban, muchos silbaron, es cierto y está más que justificado. ¿Qué se le puede decir? ¿Qué se le puede reprochar?
Es la misma gente que mira el festín de los ricos de acá al lado, esos que tienen comida cara y en abundancia en la mesa pero no saben saborearla y mientras tanto, acá nomás, el pueblo tripa sigue arremetiendo contra todo.
¡Qué fenómeno social Lobo Querido! Y con más valor en una época que desatiende y hasta desprecia todo esto. ¿Cómo puede ser que algo que últimamente otorgó tan pocas alegrías puede llamar a tanta gente? La contestación late en el Bosque y puede ser increíble para muchos pero no para Gimnasia. Usted preguntará porqué cantamos, dice la canción y la respuesta sólo podrá comprenderse por aquellos que primero ponen el corazón, ante todo y contra todo. Como un tal Oso Agüero dentro de la cancha o como un hincha de primera: Roberto Sanguinetti, el “Topo” de la tribuna, uno de los fundadores de Centinelas del Bosque.
¿Y porque doy estos dos ejemplos de entrega? Porque se dieron cita éste sábado en un partido clave, de esos que Gimnasia gana. Como en Tucumán y en La Boca, como con Rafaela, como el clásico en el Bosque o como el partido ganado contra Chacarita en La Paternal. Los partidos bravos, “los de 6 puntos” donde realmente no queda otra que ganar o el precipicio, le duela a quien le duela: fueron para Gimnasia. Y teniendo en cuenta el promedio, la goleada de Olimpo el día anterior y por un Quilmes que si nos ganaba, nos hundía y subía, había que ganar sí o si.
Y muchos hinchas veníamos de un momento difícil. Roberto “Topo” Sanguinetti, el veterinario, el Centinela que tantos amigos supo cosechar, tuvo una ceremonia que para algunos fue despedida pero para muchos significó una bienvenida. Sus cenizas fueron esparcidas para quedar en su casa para siempre, atrás del arco de 60.
La Rusa Ariadna me dijo ese día “los Triperos que nos dejan no se van a la tercer bandeja, no se van al cielo, directamente se quedan sus almas acá, entre nosotros” y me imaginé a San Pedro rascándose la barba, pensando que pocos hinchas de Gimnasia suben y no sabe que elegimos quedarnos gritando dale Lobo en nuestro paraíso.
Pero esta última parte de la leyenda, noviembre de 2010, mientras los Triperos cuentan los días para votar, esperanzados que vengan tiempos mejores, en un partido decisivo para poder luchar de igual a igual, el torneo próximo por la permanencia, a los 24 minutos de un segundo tiempo donde Gimnasia empezó a jugar un poco mejor que en el primero, el Oso Agüero, de cabeza, metió el gol del triunfo.
La leyenda dirá que le pelota entró en diagonal y movió la red del arco de 60 y que allí atrás había un imán, un corazón centinela que decretó que el Lobo festejara en su bosque una vez más.
Y el final nos encontró a todos, los más fieles, festejando. Los centinelas de siempre, los centinelas del futuro, el pueblo tripa y todos aquellos que van sumando leyendas a la gran leyenda de hinchas de fierro que nunca abandonan. Rafael Ton

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