viernes, 26 de agosto de 2011

Si me sacaran Gimnasia...no sería yo!


Un Relato de Rafael Ton de la revista Ginasiá! Nº 20

Si usted es como yo, que cuando no hay torneo o cuando juega la selección – que no me importa cómo sale – o en vacaciones largas o aún con otras cosas para hacer, sea laburo, estudios, amigos o salidas, siente que le falta algo porque no juega Gimnasia, si a usted le pasa eso, me va a entender lo que digo.

En esos momentos es cuando me tiro en la cama, con el banderín detrás de mi cabeza y el póster pegado en el ropero y es cuando me doy cuenta que yo no sería yo si no fuera tripero. Pienso, en esas películas yanquis, donde después de una guerra o invasión de vampiros extraterrestres, en el mundo sólo quedan ruinas y unos pocos humanos quedan vagando solitarios, y me imagino, obviamente, con la camiseta de Gimnasia. Y también sé que si alguna vez puedo viajar por todo el planeta y conocer lugares, a donde vaya iré, con la camiseta de Gimnasia.

Y sé que ésta posibilidad de ser así, de sentir y de vivir siendo tripero la heredé de mi viejo y le di un poco de mi propia forma.

Mi viejo escucha un tango que dice: Yo soy de aquí, de otro lugar no puedo ser…” ¡Y es así! Si me sacaran Gimnasia no sería yo. Porque el Lobo me enseñó una actitud, me dio un sueño, una esperanza, amigos, el Lobo me dio una casa fuera de mi casa y dentro de mi corazón, me dió la aventura, la caravana. Muchas veces protesto, puteo, me caliento, muchas veces. Siempre vuelvo. Algo debe tener eso de ponerse la camiseta y salir para el Bosque, algo que supera cualquier revés.

Lo veo a mi viejo pararse a hablar del Lobo con los vecinos y me quedo pensando. Ya no es aquel que me levantaba a upa y corría conmigo y me dejaba ganar. Ya no me lleva a la plaza. Ahora se mueve más lento. Duerme mucho más. Sigue renegando contra el diario o contra el árbitro y también sonríe grande, feliz, cuando Gimnasia gana. Ya no va de visitante y se hace el que superó la etapa del hincha enfermo pero sufre y goza como yo. Cuando llego a casa y él no fue, ya sabemos lo que pasa. Nos abrazamos cuando ganamos y gruñimos al principio cuando perdemos, sin reproches, porque ya sabemos que los dos estamos fastidiosos. Pero al otro día, ya estamos los dos tomando mate y hablando de Gimnasia otra vez.

A veces lo escucho hablar de la vieja barra, de cuando bajaban del tren y las persianas se cerraban y la gente se escondía porque llegaban con sus gritos y sus bombos los hinchas de Gimnasia. ¡Qué bárbaro! Siento la misma emoción que él y no había nacido. Me encanta en cada fiesta familiar o navidad, cuando se para y actúa recordando el gol del uruguayo Escalada, en el último suspiro del partido y aquel festejo con pañuelos que, de golpe, en el final, cambiaron de tribuna. Y repite la descripción del festejo de la gente y me vuelvo a emocionar. Otras veces, cuando viene el tío, se ponen a recordar canciones viejas de la tribuna, lo que contestaban los rivales, lo que le retrucábamos nosotros. Terminan llorando de la risa. Son felices hoy porque fueron felices antes, más allá de cómo salía el Lobo.

Está siempre lo que se siente, la forma de sentirlo aunque las cosas no salgan. Eso no quiere decir que me guste perder, porque en esos momentos me da bronca y pienso: ¿Sabrán los jugadores, algunos tan preocupados por la guita, que todo pasa y que cuando el cuerpo ya no es lo que era y el mundo cambió, como le pasó a mi viejo y a todos nos va a pasar, lo único que queda es el recuerdo, la emoción que pudiste o no dejar en miles de hinchas? ¿Se darán cuenta que el hecho de que el tiempo pasa y que lo que importa es que te recuerden bien, te agradezcan tu entrega en cada partido o te abracen diciendo “mi viejo me habló tanto de usted” y eso será lo que te dirá que no estuviste equivocado, que no te vendiste por ganar algo más de plata?

Mi viejo me habla de Pedro Galeano cómo se entregaba en cada partido, y yo le hablaré de Chirola Romero o de Rinaudo a mis pibes. Mi viejo me habla de la única fiesta que tenía el pueblo: el fútbol, alentar la camiseta, un pueblo que tenía trabajo y que no estaba embobado por la televisión y salía más a la calle y se conocían todos en el barrio. Yo le hablo de que a pesar de todo, contra muchas cosas, muchos golpes y traiciones, la pasión en Gimnasia sigue.

Somos de distintas épocas pero hablamos un mismo idioma: Gimnasia. Cuando habla de algo del Lobo, aunque yo no lo viví, él lo cuenta y lo siento como algo mío, que me pasó a mi también. Es esa magia que nos regala Gimnasia. Somos de costumbres distintas pero un mismo sentimiento: Gimnasia. No sé qué pasará en el futuro, si vendrán buenas, malas, peores o mucho mejores. Yo sé que no estaremos siempre juntos o pensándolo bien lo que quiero decir es que sé que de alguna manera, hay un lugar donde estaremos siempre juntos, siempre fuertes, siempre unidos, los dos con la camiseta puesta, más allá de cómo venga la mano y alentando en el Bosque, haciendo fuerza por Gimnasia. (Autor: Rafael Ton)


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